Sheynnis Palacios Cornejo, Miss Universo 2023, sigue brillando en cada rincón de Latinoamérica. La tarde del 30 de junio, la reina de belleza universal aterrizó en el Aeropuerto Internacional Joaquín Balaguer, en República Dominicana, lista para una agenda llena de eventos y compromisos sociales.
A pesar del día nublado y el pronóstico de lluvia, un grupo de fanáticos se encargó de recibir a la beldad internacional «con los brazos abiertos». Al bajar de su jet privado, Palacios pudo participar animadamente en danzas típicas junto a los bailarines del ballet folclórico del Ministerio de Turismo y brindar entrevistas a algunos medios de comunicación locales.
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Otras personalidades que le dieron la bienvenida a la nicaragüense fueron Celinee Santos, Miss República Dominicana 2023, Magali Flebes, directora de la franquicia de belleza en el país caribeño y Frank Díaz, C.E.O de Sky Holding, la agencia de vuelos responsable de transportar a Palacios.
«República Dominicana me recibió con los brazos abiertos y con el corazón. Es una alegría inmensa estar en este hermoso país. Tendré la oportunidad de disfrutar de su gran variedad gastronómica, de sus hermosas playas, la bachata y, por supuesto, el merengue», expresó Palacios en un vídeo difundido en redes sociales.
Del 30 de junio al tres de julio, la Miss Universo 2023 participará en diversas actividades en territorio dominicano, entre ellas un desfile de moda de la reconocida diseñadora Giannina Azar, una visita a la Ciudad Colonial de Santo Domingo y otros lugares emblemáticos de RD.
A solo tres semanas de haberse establecido la época lluviosa en Nicaragua y un mes de haber comenzado la temporada de huracanes de 2024, los primeros aguaceros ya han dejado al descubierto la alta vulnerabilidad en la que viven los nicaragüenses, evidenciada sobre todo el pasado viernes, 28 de junio, cuando tres niños y su padre murieron aterrados tras el colapso de un muro, producto de las lluvias en la capital.
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Esa tragedia se registró en el barrio Hialeah, de Managua. Versiones de testigos dan cuenta que un alto muro, que ya estaba en mal estado, colapsó ante la saturación de agua de los suelos donde estaba construido.
La estructura se vino abajo y cayó sobre una humilde vivienda donde estaban los niños Abraham Arróliga García, de 12 años; Jonathan Arróliga García, de 9 años y Dilan Arróliga García, de 8 años; junto con su padre, Mauricio Santiago Arróliga, de 49. Todos perdieron la vida en el acto.
No es la primera vez que sucede una tragedia similar, principalmente en Managua. El 16 de octubre del 2014, es decir hace casi exactamente 10 años, en una noche lluviosa, en el Barrio 18 de Mayo, de la capital, una extensa pared que dividía una zona residencial y un vecindario de familias menos favorecidas, colapsó y mató a nueve personas, entre ellas varios niños.
Todos los años, se dan inundaciones en zonas bajas, desborde de cauces, y drenaje sanitario que dejan serios daños a la infraestructura vial de la capital. Es un mal que no es resuelto de forma definitiva porque, según el exconcejal de Managua y dirigente liberal Alfredo Gutiérrez, esas tragedias que arrastran dolor y luto a las familias nicaragüenses le deja buenos réditos políticos y económicos al régimen que asume una posición «perversa y mafiosa» ante el problema.
En el norte de Nicaragua, las lluvias no han cesado en días, y ahora los agricultores temen que sus cosechas de maíz y frijol de la primera siembra se arruinen por el exceso de agua. Algunas parcelas están completamente inundadas, lo que, según ellos, «quema los plantíos».
Las esperadas lluvias de inicio del invierno llegaron tarde este año, pero se presentaron con fuerza. No fue hasta principios de este mes que comenzó a llover intensamente en muchas zonas del norte del país. Al principio, los diluvios trajeron alivio a las familias del campo, quienes en mayo pensaban que la siembra de maíz y frijol de primera estaba en riesgo por la falta de agua. Ahora, el problema es el exceso.
En el campo, las familias que producen granos básicos comienzan a preparar sus tierras desde mediados de abril. Esto incluye eliminar la maleza y rastrojos, ya sea mediante la tradicional quema o usando machete y azadón, así como la aplicación de pesticidas e insecticidas.
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Después de estas preparaciones iniciales, los agricultores proceden con el arado de los surcos y la aplicación de abono. Esperan sembrar las semillas de maíz y frijol justo con las primeras lluvias, que suelen caer entre el 15 y el 20 de mayo. La cosecha se prevé para finales de agosto o mediados de septiembre, aproximadamente tres meses después. Sin embargo, el clima se ha vuelto cada vez más impredecible.
«Las ‘matitas’ de frijol todavía están pequeñas y si no para de llover se van a quemar (perder) por tanta agua», advierte Remberto Rodríguez Mairena, un productor de la comunidad Los Hatillos, ubicada en el municipio de Pueblo Nuevo, Estelí, región donde las lluvias han sido incesantes y han anegado las áreas cultivadas.
«Hay parcelas inundadas por completo. Las lluvias no afectan mucho al maíz sembrado en aquellos lugares que no son muy planos, porque no se hace laguna. Esperamos que pare un poco para que la tierra absorba toda el agua acumulada», comentó con preocupación.