La gran mayoría de las familias campesinas, principales productoras de alimentos en Nicaragua, consideran a las siembras de granos en cada ciclo productivo (primera y postrera) una gran oportunidad para sobrevivir.
Con las ventas de sus cultivos, los agricultores logran resolver algunas de las carencias en sus hogares, y reservan otra buena parte para su propio consumo. Esto ocurre a pesar de que el país enfrenta una crisis política y social que ha persistido durante seis años sin solución por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
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«Todo está cada vez más caro, los insumos (semillas) y otros productos para sembrar maíz y frijol han subido una barbaridad», comenta don Filiberto Ponce Moncada, un campesino del municipio de La Trinidad, Estelí.
Además, mencionó que otro problema es que los campesinos no reciben préstamos para financiar sus siembras porque los bancos han dejado de otorgar créditos. «Con lo poco que a uno le queda en cada cosecha apenas sirve para comprar los alimentos, ropa, zapatos, medicina, los estudios de los hijos y pagar otras deudas, pero no se ajusta para invertir en mejoras del rancho (casa) y la finca», lamenta Ponce Moncada.
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Hogares del campo dependen de remesas
Doña Graciela Hernández Tercero, originaria de la comunidad El Carbón, del municipio de Jalapa, Nueva Segovia, afirma que las siembras de maíz y frijol, de primera y postrera, son una oportunidad económica para cada familia del campo.
«Son ingresos que ya nos permiten solventar muchas necesidades de las familias en nuestros hogares. Pero ahora que todo está caro, son ganancias que solo las ves dos veces al año, aunque queda muy poco porque es más lo que se invierte en las siembras que los bajos precios con que te pagan un quintal de estos productos», se queja Hernández.
Tanto Hernández como Ponce Moncada indicaron que dentro del seno de sus familias hay varios parientes que emigraron debido a la crisis económica y política del país, y que son los que están apoyando desde afuera a la sostenibilidad de sus hogares.
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«En mi caso, son cuatro (hijos) de la familia que están trabajando en España, y así ayudan con los gastos en la siembra, pero también tenemos el problema de que carecemos de mano de obra para sembrar porque casi todo mundo se ha ido de estos lugares», agregó don Filiberto Ponce.
Mientras tanto, doña Graciela Hernández afirmó que tres miembros de su familia, dos hijos y su esposo, también trabajan en España y la apoyan a través de las remesas.